Los primeros pasos del Santo

No es el acto más multitudinario, de hecho tampoco se pretende que sea así. Tal vez por este motivo no esté en el programa, puesto que no lo organizado la Cofradía, sino el grupo que se hace llamar ‘Los del Santo’. Una cuadrilla de amigos que se encarga de mantener, reparar y limpiar la ermita donde San Juan pasa la mayor parte del año. Unas tareas entre las que también está la de «comer tortilla», como se encargó de recordar, Benito Pobes, uno de los integrantes del variopinto equipo, en su ya tradicional memoria-pregón.

El acto se celebra en la gruta, en pleno monte. Allí, rodeados del verde de los árboles y del trinar de los pájaros se respira compañerismo y tradición, pero además también supone el momento en el que la talla del Santo sale de la contemplación en la que vive y se prepara para las fiestas. Esto fue el pasado miércoles, cuando San Juan ya durmió en Los Corrales, donde aguarda hasta que vayan a buscarle y estar puntual hoy a las 18.00 horas cuando el Bombo salga del Ebro.

Una tradición, que como casi todas nació con un punto de necesidad y otro de celebración, en 1981. Desde ese año hasta 1987, los encargados formaban parte de la directiva de la Cofradía, «cuatro años con el ‘Cherry’ y dos con Benito», aclara Julio Gutiérrez, uno de los componentes. Además, explica que cuando en 1987 salió otra directiva, con nuevas caras, les pidieron que siguieran encargándose de trasladar la figura sanjuanera. «Desde entonces, somos ‘Los del Santo’», resalta Gutiérrez.

Evitar problemas

Así, salió una tradición y un grupo que se encarga del mantenimiento del paraje. Todo en base a la necesidad de evitar problemas con los caminos, que no estaban tan acondicionados como ahora. Para prever percances en el desplazamiento, se decidió adelantar el descenso del Santo hasta un punto intermedio para evitar contratiempos, y que todo estuviera a punto el día del Bombazo. Pero también era una ocasión que servía para realizar una pequeña fiesta y descorchar las primeras botellas.

El punto elegido para dejar al protagonista, desde la noche del miércoles hasta la tarde de hoy, está a medio camino entre la ermita y la plaza de España. Se deja en la casa de Mayora, aunque ahora el testigo lo ha cogido su hijo, Alberto. Desde hace seis años su padre ya no está, una circunstancia que hace al momento más especial para él. «Lo llevo dentro», acierta a decir el joven Mayora, casi más pendiente de no emocionarse que de explicar lo que supone para él este privilegio, que ha vivido desde pequeño.

El acto ha tenido múltiples variaciones, aunque siempre tratando de preservar la esencia para que «la fiesta no sea solo juerga. Risas sí, pero tradición también», defiende Enrique Villegas, encargado desde hace 7 u 8 años de que no falte una de las piezas fundamentales de la cita: las delgadillas con tomate. Un plato con «un puntito de picante», puesto que pese a que es consciente de que a no todo el mundo le gusta, sino está presente «pierde un poco la gracia», zanja el cocinero.

Fuente: elcorreo.com